DOLOR DE TODO
Africana, sí – tuve que confirmarle a la enfermera culona que, aún habiendo mirado tres veces mi tarjeta de residencia me preguntó.... Cómo si el negro chillón de mi cara no fuera suficiente evidencia-.
¿ Qué le ocurre?- preguntó el doctor-:
“ El lunes me levanté con un zumbido metido en la cabeza, una especie de sonido de mosca cojonera metido en los oídos, con lágrimas de sudor gordísimas chorreándome por la frente, por la espalda y por el culo, con el pijama mojado, pesado, apestando a enfermedad, con las sábanas revenidas de tanto moverme, con un calor en la habitación agonizante, como un huevo recién cagado debajo del culo de la gallina, incubándose, esperando estar preparado para morir. Como el olor de los gusanos de seda metidos en la caja de zapatos...pero lo peor no eran los edores, sino los ruidos constantes metidos en mí, en mi cabeza, en mi cuerpo, en mi corazón...
Llamé al trabajo para avisar de que “me dolía todo” y mi jefa, cual vaca en celo mugía cabreada al otro lado del auricular, cómo si la foto de la niña pija y tonta del despacho de ese tipo engominado ricachón no pudiera soportar un sólo día sin quitarle el polvo. Colgé sin más...necesito el dinero pero después de haber comido mucha mierda en este país, no estoy dispuesta a regalarle más mi salud.
El martes aún seguían los síntomas...ahora era un martilleo el que daba golpes en mi cabeza, unido, esta vez a vómitos del cus-cus del domingo, que aún no había tenido fuerzas para cagar... y así, una sensación que no me dejaba ser yo.
Mareada, como embriagada sin apenas haber bebido en la vida.
El miércoles, como un redoble de campanas me despertó el timbre de casa, no podía levantarme, lo hize – que remedio- las rodillas chasqueaban cada vez que daba un paso hacia delante, intenté hablar, desistí y volví a la cama. No estaba dispuesta a que nadie me viera con esa cara de muerta viviente...mi casa...una alfombra de cleenex usados...
Quizás ha sido la jefa que ha mandado a alguien para controlar que realmente éste enferma...ya la llamaré más tarde.
Vuelvo a la cama, me estiro y siento rasgarse una parte de mi cerebro, esto empieza a darme miedo, ¿ qué dichoso virus o espíritu se ha instalado en mi cuerpo?.... no sabía que estaba en alquiler...
El jueves, llegué a la conclusión de que sólo una especie de buitre cabrón podía estar en mi sien, aleteando a sus anchas, y en mis oídos un cascabeleo de risas de niñas tontas con lazos rosas jugando en el patio del colegio...
El viernes, sigo enferma, está claro...el 061 está demasiado ocupado como para venir a casa de una inmigrante, me levanto, me instalo una chaqueta y, tal cual, desprendiendo olor, salgo a la calle y me dirijo al médico. Castañean mis dientes al son de mis pasos. No ha sido buena idea salir sin previa ducha caliente, el frío me está matando, creo que me voy a marear...llego y la enfermera culona me pide la tarjeta sanitaria, no la tengo, le enseño la de residencia y después de media hora de dudas, malestar y mareos me llaman para entrar, como siempre, sin saber pronunciar mi nombre”
Mercè Aranda
08 de Febrer 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario